Los refugiados que murieron ante la costa de Lampedusa probablemente no serán los últimos que paguen con su vida el sueño de buscar una vida mejor en Europa. Los expertos consideran que son miles los africanos que seguirán intentando llegar a la anhelada Europa. «Muchos somalíes son conscientes de que arriesgan su vida y lo hacen para huir de los combates diarios», señala el politólogo Mohamed Sheij Mohamud en Mogadiscio.
«Pagué 2.000 dólares (1.470 euros) por el viaje a Libia de mis dos hijos. Ahora necesitan otros 4.000 dólares para llegar a Italia», señala Abdisalan Omar en la capital de Somalia, donde la guerra civil y el terrorismo de las milicias islamistas Al Shabaab han llevado a huir a millones de personas, que ahora son desplazados internos o han acabado en campos de refugiados en la vecina Kenia. «No será fácil para mis hijos, pero aquí con la violencia y el desempleo no tienen ninguna oportunidad», agrega.
En muchos países de África, miles de personas venden todo lo que tienen para poder pagar a las organizaciones criminales de trata de personas que piden sumas astronómicas por llevar a Europa en condiciones inhumanas a aquellos que se atreven a asumir las penurias del viaje. La también somalí Barlin Shadoor, de 33 años, quiere hacer todo lo que esté a su alcance para salir del campo de refugiados y eso a pesar de la fatídica experiencia: «Mis dos hermanos murieron a pesar de haber pagado 2.500 dólares para llegar a Italia a través de Libia», informa esta madre de seis hijos.
Naciones Unidas estima que, tan solo en 2013, unas 30.000 personas partieron desde el continente negro y Oriente Próximo hasta Italia y el resto de Europa. «Los refugiados se arriesgan a ser torturados, violados, encarcelados y también a perder la vida», comenta en Nairobi el director para el Este de África de la Organización Internacional para la Migración (IOM), Ashraf El Nour. Según la asociación de inmigrantes Migreurop, en los últimos dos años habrían muerto unos 20.000 ciudadanos en su intento de llegar un país donde vivir mejor.
En África, la tragedia vivida ante la costa italiana no es un tema que ocupe gran espacio en las noticias. La Unión Africana, que suele intervenir en temas de política internacional, no se ha pronunciado sobre este tema. «África debería plantearse dolorosas preguntas sobre nuestra sociedad y nuestros gobernantes», señala con amargura un analista.
Las personas huyen de guerras civiles, regímenes brutales o porque forman parte de una minoría que es perseguida, como ocurre en muchos casos con los cristianos. El Alto Comisariado de Naciones Unidas para los Refugadios (Acnur) señala en su último informe que en el continente negro hay 13 millones de refugiados. Sin embargo, la cifra es en realidad mucho más elevada. Tan solo de Zimbabwe, país en ruinas gobernado desde hace lustros por el autócrata Robert Mugabe, habrían huido más de dos millones de personas.
A menudo se huye de la miseria, y eso a pesar de que el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional no dejen de entusiasmarse con las cifras de crecimiento económico en África desde hace una década. La economía del continente seguirá creciendo, según los pronósticos. A los políticos en Europa les gusta hablar del despegue de África. Pero, a pesar del boom, muchas de sus naciones figuran entre las más pobres del mundo. Según el Banco Mundial, casi la mitad de los africanos vive con menos de 1,25 dólares (0,92 euros) al día.
Los refugiados llegan de países florecientes, como Nigeria o Etiopía. Las exportaciones de materias primas que conllevan mucho dinero solo enriquecen a las corporaciones internacionales y a una pequeña élite nacional. Aún es peor la huida ilegal de capitales. El expresidente de Sudáfrica Thabo Mbeki cifró en 50.000 millones de dólares las exportaciones anuales de capitales de África, un dinero que, en vistas de la pobreza de la población, las miserables infraestructuras y las malas condiciones de las escuelas y hospitales, se necesitaría con urgencia en el continente.
Son muchos los indicios que apuntan a que cientos de millones de ciudadanos seguirán viviendo en la más absoluta pobreza en el futuro. Al igual que antes, África produce muy poco para la exportación y apenas existe un comercio regional. Lo único que prospera es la corrupción y la mala gestión. En muchos lugares, la agricultura sufre la falta de mejoras técnicas, formación y voluntad política. Además, muchos países dependen de las importaciones de alimentos y de la ayuda internacional. Y eso que más de la mitad de los ciudadanos vive de lo poco que cultiva y el ganado que tiene en su pequeña propiedad, donde igualmente la producción suele ser deficiente.
A su vez, en muchos lugares aumenta sin freno el desempleo juvenil debido al boom de población, una frustración de la que sacan partido islamistas, que con dinero de países árabes reclutan a seguidores en el este y oeste de África. Los recientes atentados terroristas en Nigeria o Kenia ponen de manifiesto la frágil situación política en el continente. Pero ni siquiera una estabilización detendría la oleada migratoria hacia Europa. «Aún cuando en algunos países la economía crezca, la cifra de inmigrantes no deja de crecer, porque siempre habrá quien consiga los medios para pagar a las bandas de traficantes», señala Ashraf El Nour de la Organización Internacional para la Migración.
