Después de varios días ocupando el interés internacional por sus problemas en el Gobierno, Italia volvió ayer a centrar la atención, aunque en esta ocasión por la tragedia vivida en las costas de la isla de Lampedusa, donde al menos 133 inmigrantes que intentaban llegar a tierra firme murieron al naufragar la embarcación en la que viajaban.
La embarcación transportaba a cerca de 500 personas, procedentes en su mayoría de Somalia y Eritrea y que habían salido dos días antes de la ciudad libia de Misurata, y solo han sido rescatados con vida 150, por lo que no se descarta que la cifra de fallecidos aumente considerablemente. Según señala el balance oficial, entre las víctimas se encuentran 47 mujeres, dos de ellas embarazadas, y cuatro niños.
Según relataron los supervivientes, el bote se hundió tras declararse un incendio. «Cuando hemos llegado cerca de la isla, hemos decidido encender un fuego, quemando la cubierta, para llamar la atención, pero el puente estaba sucio de gasolina, así que en pocos segundos el barco ha quedado envuelto por las llamas», declaró uno de los ocupantes de la nave, que añadió que «muchos de nosotros nos hemos lanzado al agua gritando mientras la embarcación volcaba».
Según agregó la alcaldesa de Lampedusa, Giusi Nicolini, algunos de los rescatados con vida explicaron que el bote sufrió un fallo, de modo que encendieron la fogata «porque no tenían cobertura y los móviles no funcionaban e intentaban llamar la atención de una nave cercana».
«De este modo, han terminado todos en el agua y, al parecer, algunos pesqueros han pasado por su lado y han seguido su camino sin ayudarles», lamentó la dirigente, quien subrayó que «si esto es cierto, habrá que aclararlo».
Precisamente, fueron unos pescadores quienes dieron la voz de alarma a las autoridades y los que iniciaron la tarea de rescate por su cuenta, para poder salvar a varias decenas de personas.
«Nunca vi algo semejante en la gran cantidad de años que llevo trabajando aquí», afirmó el médico Pietro Bartolo. Él quiere ayudar, pero para muchos ya no hay nada que hacer. «Desgraciadamente no necesitamos más ambulancias, sino ataúdes», lamentó.
En este sentido, Nicolini aseveró que no saben dónde meter «ni a los vivos ni a los muertos», ya que la situación en la isla comienza a ser insostenible ante la masiva afluencia de inmigrantes y ante la magnitud de la tragedia de ayer. De hecho, envió un telegrama al primer ministro italiano, Enrico Letta, en el que le instaba a «venir a contar conmigo los cadáveres».
El propio Letta calificó el accidente de «terrible catástrofe» y agregó que lo ocurrido en Lampedusa no solo es un problema del país transalpino, sino un «drama europeo», por lo que pidió la solidaridad de los Estados miembros de la UE.
Así se manifestó también el viceprimer ministro, Angelino Alfano, que fue el representante del Gobierno de Roma que se desplazó hasta el lugar de los hechos. «Llamaré por teléfono al presidente de la Comisión Europea (José Manuel Durao Barroso) y haré escuchar la voz fuerte de Italia», apuntó.
Por su lado, el presidente de la república, Giorgio Napolitano, pidió el patrullaje de las costas del norte de África para impedir que intenten llegar a Europa emigrantes ilegales.
«Es indispensables poner fin al tráfico criminal de seres humanos en cooperación con los países de procedencia de los inmigrantes y de los solicitantes de asilo», afirmó. Para ello, agregó, «es imprescindible que haya controles adecuados a lo largo de las costas desde las que salen estos viajes desesperados y mortales».
Napolitano llamó a la comunidad internacional y a la Unión Europea a abordar esta cuestión y subrayó que es «inaceptable» que a Fontex, la agencia europea de protección de las fronteras, «no le den las herramientas adecuadas para intervenir sin demora».
«Estamos delante de masacres de inocentes, por lo que la comunidad internacional, especialmente la UE, ya no puede escabullirse ante la absoluta necesidad de tomar decisiones y acciones», sentenció el mandatario.
