El Papa Francisco cerró ayer en Brasil la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) con la Misa del Envío ante más de tres millones de personas, en la que pidió a los jóvenes difundir la fe católica «sin miedo» y conquistar a más fieles para la Iglesia.
«Vayan, sin miedo, para servir», expresó el Pontífice al inicio de la homilía, al reiterar su llamamiento a que los cristianos salgan a la calle para buscar feligreses.
Según Francisco, la práctica cristiana «no puede quedar encerrada en su vida o en el pequeño grupo de la parroquia, del movimiento o de su comunidad», porque ello «sería como quitarle el oxígeno a una llama que arde». «La fe es una llama que se hace más viva cuanto más se comparte, se transmite», subrayó.
«El Evangelio es para todos, no para algunos. No es solo para los que parecen más receptivos. No tengan miedo de ir y llevar a Cristo a cualquier ambiente, hasta las periferias existenciales, también a quien parece más lejano, más indiferente», enfatizó.
El Santo Padre se dirigió en particular a los jóvenes latinoamericanos, que conforman la abrumadora mayoría de los fieles reunidos en la playa carioca de Copacabana, a los que exhortó a poner en marcha la consigna de la JMJ: «Vayan, y hagan discípulos a todos los pueblos».
Según el Pontífice, difundir la Palabra de Dios «es llevar la fuerza del Señor para arrancar y arrasar el mal y la violencia; para destruir y demoler las barreras del egoísmo, la intolerancia y el odio».
«¿Saben cuál es el mejor medio para evangelizar a los jóvenes? Otro joven», expresó Bergoglio.
No obstante, advirtió de que Jesús no hace una sugerencia sino que es un «mandato». «¡Cuidado! Jesús no ha dicho: si quieren, si tienen tiempo, sino: Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos. Compartir la experiencia de la fe, dar testimonio de la fe, anunciar el Evangelio es el mandato que el Señor confía a toda la Iglesia, también a ti», indicó.
Sin embargo, precisó que es un precepto «que no nace de la voluntad de dominio o de poder, sino de la fuerza del amor», pues Jesús no trata a los que le siguen «como a esclavos», sino como «a hombres libres y hermanos».
A los sacerdotes que participaron en la celebración de la Misa del Envío, Francisco pidió que acompañen a los jóvenes en la misión evangelizadora: «Sigan acompañándolos con generosidad y alegría, ayúdenlos a comprometerse activamente en la Iglesia; que nunca se sientan solos».
Horas antes, la Vigilia de oración con los jóvenes en la noche del sábado al domingo, el Santo Padre instó a los congregados en la playa de Copacabana de Río a ser «protagonistas del cambio».
«¡No se metan en la cola de la historia! ¡Sean protagonistas, jueguen adelante, pateen adelante, construyan un mundo de justicia, de amor, de fraternidad, de solidaridad!», exhortó Francisco, en su discurso en gran parte improvisado, salpicado de expresiones porteñas y futbolísticas, que llevó al delirio a la multitud que colmaba la playa carioca de Copacabana.
«¡Jesús nos ofrece algo más grande que la Copa del Mundo! Nos ofrece la posibilidad de una vida fecunda y feliz, y también un futuro con él que no tendrá fin, la vida eterna», aseveró el Pontífice, al alentar a los jóvenes a «ingresar en el equipo» de Cristo y «entrenar fuerte» su fe.
En su discurso, el Papa aludió a las protestas que se han registrado en Brasil y en otros países, y las atribuyó al deseo de los jóvenes de «construir un planeta mejor». « Los jóvenes en la calle quieren ser referentes del cambio. ¡Por favor, no dejen que otros sean protagonistas! ¡Por ustedes entra el futuro en el mundo!».
