«Estimado Javier: Hace ya muchos meses, mi perfil personal alcanzó la limitación de 5.000 amigos que nos impone Facebook, por lo que me resulta muy difícil y poco frecuente poder aceptar nuevas solicitudes de amistad. Estamos trabajando para poder ampliar ese margen y mientras eso no se produzca no me olvido de ti, sigues en mi lista de pendientes y te aceptaré como amigo tan pronto como me sea posible. No quiero, sin embargo, mientras eso no ocurra, perder la posibilidad de interactuar en la red contigo y por ello te sugiero que te hagas fan de mi perfil político. Quiero hacer de Facebook un buen canal para trasladarte y que me traslades opiniones, propuestas, inquietudes… Por ello, espero con entusiasmo tu llegada a mi perfil, porque tú eres importante para mí». Después de un abrazo virtual, uno sí que se siente muy importante recibiendo este mail del presidente del PP, Mariano Rajoy, del 18 de marzo de 2011.
Con el 22 de mayo a la vuelta de la esquina, los candidatos buscan hacer campaña en cualquier momento y en cualquier lugar, redes sociales incluidas, pero la comunicación 2.0 exige constancia y los expertos advierten de que no puede limitarse solo al período electoral. Salvo algunos casos contados, el uso que hacen los políticos de las redes sociales es «oportunista», según declara el profesor de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra José Luis Orihuela, que recalca que el cortoplacismo no es rentable.
Opina igual el experto de Sistemas de Información en IE Business School, Enrique Dans, quien asegura que, «salvo muy honrosas excepciones», los dirigentes hacen un uso «electoralista» de este medio al utilizarlo como «un arma más de la campaña», y después lo abandonan: «Ya no es posible mantener una actividad política al margen del ciudadano».
Los blogs, Facebook y Twitter se han convertido en «el trípode» sobre el que se asientan las estrategias de comunicación en internet y su principal ventaja reside, según Orihuela, en que permiten un mayor grado de acercamiento entre candidatos y ciudadanos.
Sin embargo, internet también alberga numerosos peligros que no deben perderse de vista, pues, como señala Orihuela, las redes sociales, por ejemplo, no permiten «conversar con todo el mundo al mismo tiempo». Esto lo sabe bien la diputada de UPyD, Rosa Díez, quien cerró su cuenta en Twitter el año pasado tras una polémica surgida al descubrirse que no era ella quien escribía los 140 caracteres de esta cadena de microblogs. ¿Y cómo se supo eso? Estaba en la tele cuando contestaba a sus fans.
Algunos políticos aprendieron de experiencias como ésta y decidieron reconocer lo evidente. Esperanza Aguirre, por ejemplo, recibe al visitante con el siguiente mensaje: Bienvenido a mi Twitter (y al de mi equipo). Su principal rival, Tomás Gómez, también.
La delgada línea que separa el ámbito personal del profesional constituye otro riesgo, pues, entre otros aspectos, puede dar lugar a comentarios inoportunos, que ni el mismo David Bisbal pondría. Así, un día antes de la huelga general de septiembre, un concejal del PP en Getafe publicó en su tablón: Pero qué asquito dan los sindicatos; panda de gentuza que solo piensa en su propio interés.
Quizás todos los políticos sueñen con seguir los pasos de Barack Obama. La primera victoria 2.0 de la historia se ha convertido en un «talismán de la comunicación política», pero lo cierto es que las condiciones históricas, sociales y tecnológicas de EEUU son muy diferentes a las de España, tal y como recalca el docente del centro educativo pamplonés, que añade que el líder negro convirtió internet en el eje de su campaña de 2008, y obtuvo el apoyo masivo de los usuarios, que contribuyeron a generar una ola de propaganda viral en la que vídeos, comentarios y artículos copaban el ciberespacio: «Lo que va a suceder aquí es que los partidos ganarán o perderán las elecciones con los medios sociales (no gracias a ellos, ni por su culpa), y los que ganen tendrán que gobernar con la red social».
Y nadie ha dicho que esto sea, ni mucho menos, fácil. Según Dans, en el futuro, cuando un líder tome decisiones impopulares se verá obligado a hacer un esfuerzo mucho más grande a la hora de explicar esas medidas: «Antes se fijaban en encuestas puntuales. Ahora son en tiempo real. Los ciudadanos están a un golpe de clic y aquello con lo que no estén de acuerdo generará una contestación inmediata».
Quizás por ello, el Gobierno puso en marcha el pasado año un twitter oficial, que, sin embargo, se encontró con un competidor que había suplantado la identidad institucional y que había conseguido 950 amigos -curioso término- gracias a los más de 2.000 mensajes con información sobre las actividades del Ejecutivo que fue colgando en su tablón.
Automáticamente, el Ejecutivo pidió a la compañía que averiguase quién era la persona que estaba detrás de la cuenta LAMONCLOAnews, ya que se trataba de una suplantación de la cuenta oficial: desdelamoncloa. Esto sucede con los líderes políticos.
Por casos como éste, la verificación de la identidad es otro de los retos inherentes a la popularización de internet, como resalta Orihuela, que, además, «no se limita a Twitter ni se circunscribe solo a los políticos».
Los medios sociales en una campaña electoral ya no pueden entenderse como una plataforma adicional para la «distribución unidireccional de propaganda y mensajes precocinados», pues «estar en las redes hoy quiere decir estar dispuesto a escuchar, a responder y a cambiar», puntualiza José Luis Orihuela, que subraya que «los partidos que usen bien estas herramientas tendrán que abrir sus programas y recoger los proyectos y demandas de la gente».
Enrique Dans, por su parte, vaticina que dentro de unos años «los políticos se preocuparán de verdad por ser transparentes, informarán de lo que hacen, con quién se reúnen, para qué y por qué», pues los ciudadanos-internautas querrán saberlo absolutamente todo y querrán información no solo en tiempo de elecciones.
