Miles de personas salieron ayer a las calles de Beirut para intentaron asaltar la sede del Gobierno en el centro de la capital libanesa, donde se localiza la oficina del primer ministro, Nayib Mikati, tras el funeral del jefe de los servicios secretos, Wissan al Hassan, asesinado el pasado viernes en un atentado con bomba en Beirut.
Algunos de los manifestantes que asistieron al entierro, cerca de la Plaza de los Mártires, intentaron romper las medidas de seguridad en torno al Palacio Grand Serail, la sede del Ejecutivo.
La Policía respondió con gases lacrimógenos y varias personas resultaron heridas. «La situación pudo ser controlada después de que las tropas del Ejército respaldadas con tanques fueran desplegadas en torno al reciento», señaló un oficial. Poco antes, se habían escuchado disparos en el lugar.
Los protestantes se encendieron cada vez más por varios discursos leídos en el último adiós, durante el que varios funcionarios antisirios exigieron la dimisión del Ejecutivo de Mikati. «No conversaremos antes de que se marche la Cúpula, no habrá diálogo sobre la sangre de nuestros mártires», señaló el exprimer ministro Fuad al Siniora ante los miles de congregados. Además destacó que el primer ministro no podría permanecer en el poder «porque ello supone que aprueba lo que está ocurriendo».
Mikati, que aseguró que el pasado sábado ofreció su dimisión, señaló que el presidente «me pidió quedarse para evitar un vacío de poder en el país».
Responsabilidades
Por su parte, el grupo 14 de Marzo acusó a Siria de estar detrás del asesinato. Tras el inicio de los disturbios, el expresidente Saad Hariri, el principal líder del grupo, pidió a sus seguidores que abandonaran las calles de forma «inmediata».
El asesinato de Al Hassan despertó los miedos de un regreso de la serie de muertes de políticos que asolaron el Líbano entre 2005 y 2008.
Al Hassan fue enterrado junto al exprimer ministro Rafik Hariri, tiroteado en otro atentado con coche bomba en 2005, del que también se acusó a Damasco. Tras el mismo, las fuerzas sirias se retiraron del país poniendo fin a 30 años de presencia militar.
La ceremonia tuvo lugar en la sede de la Policía de Beirut y, después, su ataúd y el de su guardaespaldas fueron trasladados a la mezquita Al Amin en el centro de la ciudad, donde se reunieron miles de personas.
Mikati, el presidente Michel Suleiman y varios ministros estuvieron presentes en la ceremonia oficial, así como la mujer y los hijos de Al Hassan, que viajaron desde Francia.
En un discurso para recordar al fallecido, Suleiman aseveró que su institución fue castigada con su asesinato porque «había logrado demasiado, incluyendo el descubrimiento de planes de ataques con bomba».
Des esta forma, el desagraciado suceso quiebra, una vez más, la frágil paz en Líbano.
