De tabernas, ventorros, bares y otros lugares. Esa es la temática de la muestra temporal que acoge desde el pasado viernes el Museo Rodera-Robles de Segovia siguiendo la estela de establecimientos de hostelería de la capital segoviana que vivieron su esplendor, sobre todo, en el siglo pasado.
Fotografías de distintas décadas, desde una de la plaza de la Rubia en 1884, con el gentío en torno a las fondas que se concentraban en este rincón de la capital segoviana, a otras más recientes de los años sesenta y sesenta; objetos muy variados, recopiladas desde los años 20 del siglo pasado: Una cafetera, juegos de café, copas de licores, botellas de gaseosa, anís, etc.—una buena muestra de la industria local de don Félix Cuesta, empresario antecesor de Nicomedes García en el negocio de las bebidas espiritosas—, pero también de refrescos ya desaparecidos como Mirinda, servilleteros, cerillas, paquetes de tabaco Celtas e Ideales, carteles, folletos, etc. etc. Propaganda en la mayoría de los casos con un buen gusto que se perdió en los sesenta.
La exposición está llena de curiosidades y sirve también de recordatorio y homenaje a muchos personajes segovianos, algunos desaparecidos, como los Urrialde (Tomás, con su mostacho característico en el Mesón de Cándido, pero también su padre, cocinero como él), y otras personalidades de la hostelería vivas como Alberto Cándido o Antonio García Peinador (en el café La Suiza) o Francisco Maroto (muy joven en el Gran Hotel Sirenas) y César Gutiérrez, casi un niño, a la puerta del Bahía, junto al tristemente desaparecido José María García Moro.
La muestra ha sido posible gracias a la cesión de fotografías por muchos de los propietarios de los establecimientos: bares, cafeterías, ventas, churrerías, restaurantes, hoteles, etc., o de sus familiares, pero sobre todo por el empeño y las colecciones increíbles de Juan Ignacio Davía, Juan José Bueno y Juan Pedro Velasco, coordinadores y organizadores.
Otro de los atractivos es la reproducción sonora de anuncios grabados en vinilo para la cafetería La Meca, en los años cincuenta, y para restaurante Duque, en los años sesenta. En el primer caso, se trata de una melodía con aires orientales con la que una voz de hombre y otra de mujer van cantando las excelencias de este establecimiento que estaba ubicado en el número 12 de la avenida de Fernández Ladreda.
Más pop es la canción de Los Riskos (no el grupo segoviano sino otro del mismo nombre) hecha para Duque, con un estribillo muy pegadizo: “Si quieres comer cochinillo asado, en Casa Duque lo encontrarás… Si quieres probar una sopa de ajo, en Casa Duque la encontrarás…”.
En definitiva, una apuesta del museo por un tema local, que sin duda obtendrá el mismo éxito que iniciativas similares anteriores.
