Situados en línea, a una distancia que les permite no molestarse entre sí y provistos de máquinas de corte, una cuadrilla formada por cinco jóvenes se dispone a redimir de su abrigo invernal a las ovejas. Con agilidad, van pasando una a una por sus manos. Unos comienzan por el cuello, otros por un costado… Podría parecer una fotografía de inicios del siglo XX. Quizá de más atrás. Pero estamos en 2012.
En cuestión de minutos cada uno agarra a la oveja que le ha tocado en suerte, la sujeta, la esquila, y de paso la hace un favor porque la libera de tres kilos de peso en forma de lana que se trasladará a un lavadero para poder ser tratada y, en función de su grosor y calidad, se utilizará para elaborar prendas de vestir, alfombras o mantas.
El de esquilador es uno de los oficios más antiguos del mundo y la importancia de este negocio en Castilla y León es tal que algunos municipios, como el palentino de Villarramiel, cuentan con unas tijeras de esquilar en su escudo.
La explotación Ajújar de Medina de Rioseco (Valladolid) solo es una de todas las que estos días apuran a terminar el esquileo. Del millar de cabezas con el que cuentan los tres hermanos Anastasio David y Luis Gallego, se raparán este año unas 800, el resto, las corderas, se dejarán para septiembre. Los encargados de llevar a cabo la labor este año forman parte de una empresa radicada en Sariñena (Huesca), conformada por decenas de trabajadores que recorren España de norte a sur y de este a oeste en cuadrillas contratadas para este fin, la mayor parte procedentes de países de Europa del este y de Sudamérica solo para estos dos meses. Ahora hay cuatro: en Valladolid, en León, en Andalucía y en Aragón. Cobran a 1,55 euros cada oveja esquilada, lo que multiplicado por los algo más de tres millones de cabezas que pastan en la Comunidad, significa que este negocio mueve anualmente, de forma directa, algo más de cinco millones de euros.
Desde que comenzó la campaña, este grupo de esquiladores sigue una rutina casi diaria, algo que se ha repetido por todos aquellos lugares en los que han trabajado. Aunque reconocen la nostalgia por su familia y su tierra, saben que solo son un par de meses en España. Cuando vuelvan, todos ellos se dedicarán a la ganadería, a la agricultura, e incluso continuarán allí con el propio esquileo. «Es lo que sabemos hacer», resume Walter, uno de ellos.
