Las lágrimas de Leo Messi en una de las noches más tristes de su carrera dispararon la primera conclusión: España y Argentina digieren de forma muy distinta las frustraciones deportivas.
Días trágicos en Barcelona, sucesión de amarguras sin precedentes. El pasado sábado, derrota en el clásico ante el Real Madrid; a renglón seguido, 2-2 en casa ante el Chelsea y adiós a la Champions.
Messi intentó elevar a su equipo, pero falló en el penalti que debía ser el 3-1 ante el Chelsea. Tras el lanzamiento, el Barcelona y su estrella comenzaron a desesperarse y terminaron hundiéndose. Los dos juntos, en simultáneo.
De haberle sucedido lo mismo en la Argentina, las críticas habrían sido abundantes e impiadosas. En la capital catalana, en cambio, la actitud fue la opuesta. En su ciudad adoptiva sí le permiten, y perdonan, ser «humano».
«Si llegamos hasta aquí es gracias a este chico», dijo ya entrada la madrugada Pep Guardiola, que llegó bastante más tarde de lo habitual a su encuentro con la prensa, obligado a recomponer el ánimo en un vestuario devastado.
«Mi admiración por él es inmensa», insistió el técnico ‘culé’. «No creo que tenga que reprocharse nada, ni mucho menos», aseguró Iniesta, uno de los pocos jugadores con ánimo para hablar.
El argentino reaccionó como siempre en esas escasas noches en las que el deporte le pone límites: se esfumó. No está hecho para que el fútbol le diga ‘no’, y ocultó el rostro bajo la camiseta cuando las lágrimas se hicieron incontrolables.
«Nada que reprocharle al jugador que más le ha dado al Barça en la historia», escribió ayer el diario Sport, mientras todos los medios destacaban el generoso canto de los hinchas en los minutos de la eliminación.
Pero Leo, probablemente, ni escuchó las 95.000 gargantas. Deambuló en soledad. Se le acercó el delegado del equipo, Carlos Naval, pero casi ningún compañero, que saben que cuando el ‘crack’ se desconecta es mejor dejarlo solo.
Varios hombres del Chelsea, en cambio, lo consolaron. Entre ellos, Lampard y Drogba, símbolos de un Chelsea al que Messi no sabe cómo moverle las redes.
Alerta para el Barcelona, porque si el argentino juega bien, el bloque también. Pero si Messi duda, también lo hace el Barça, que solo pudo ganar en ocho de los 22 partidos en los que el Balón de Oro jugó y no anotó esta temporada.
Y una novedad: por primera vez en la ‘era Guardiola’, el equipo sucumbió ante la máxima presión. Sin fortuna, es cierto, pero también sin frescura. Exactamente igual que Messi, el hombre que activa y desactiva al mejor equipo de los últimos años.
