No hay músico en este planeta que se haya librado en cualquier entrevista de responder a la pregunta sobre el secreto del éxito de su carrera. Las respuestas son tan variadas como eclécticas, algunas de ellas vestidas de misticismo, otras disfrazadas de modernidad y la mayoría con un regusto amargo a cosas ya sabidas.
Por más vueltas que se le de a la idea del éxito, lo fundamental para que un músico o un grupo alcance la gloria está en tener buenas canciones y saberlas trasladar con fidelidad y honradez a sus destinatarios.; y así lo han entendido desde siempre Los Secretos, que caminan con paso firme sobre los escenarios desde hace casi cuatro décadas.
El grupo madrieño cimenta su fama explorando en el halo mágico de los hermanos Urquijo; tanto con la ausencia del llorado Enrique como con la presencia ahora de su hermano Álvaro al frente de una banda de veteranos músicos de exquisita formación. En la Plaza Mayor de Segovia se congregaba un público que mayoritariamente peinaba ya alguna que otra cana y que tiene a este grupo como una de las referencias vitales y sentimentales de una juventud marcada por muchas de sus canciones.
La apelación a la nostalgia es condición indispensable para comprender el efecto que el grupo causa en su público. Temas como “Y no amanece”, “No me imagino”, “Agarrate a mi, María”… hablan de amores perdidos, de lugares inalcanzables y de sueños rotos que son diseccionados siempre con el escalpelo de la tristeza que tan sabiamente manejan los Urquijo. Si a todo ello le unimos la capacidad de crear un sonido propio que cabalga a lomos del pop, el blues o el country, la propuesta sigue siendo atractiva y resiste con fidelidad el paso del tiempo.
De este modo, Los Secretos tienen el secreto del éxito bien guardado, conscientes de que la fidelidad a un estilo siempre tiene un premio que es el del cariño y el respeto del público. Tampoco es tan difícil, me imagino.
