Cinco meses después de su muerte, la fortuna del exdictador libio Muamar el Gadafi sigue trayendo cola. Y es que ayer la Guardia de Finanzas de Roma decidió confiscar más de 1.100 millones de euros en bienes que pertenecían al coronel, a su hijo Saif al Islam (considerado su delfín político y que se encuentra actualmente detenido en una cárcel de Trípoli) y a su exjefe de Inteligencia Abdulá al Senussi, en cumplimiento de una orden emitida por el Tribunal Penal Internacional (TPI).
Según anunciaron los medios transalpinos, los fondos congelados se reparten en varias cuentas corrientes, acciones de la entidad financiera Unicredit, la empresa de ciencia y tecnología Finmeccanica, la petrolera Eni, el grupo automovilístico Fiat, el equipo de fútbol de la Juventus de Turín, 150 hectáreas de bosque en la isla de Pantelleria (uno de los principales puntos de entrada al Viejo Continente de los emigrantes libios) y dos vehículos, entre ellos una moto de la marca Harley Davidson.
Todos estos activos estaban gestionados por la Autoridad de Inversión de Libia, que fue creada en el año 2006 para rentabilizar los beneficios de la explotación de hidrocarburos y diversificar su inversión en el extranjero.
Las autoridades italianas decidieron confiscar estos bienes en cumplimiento de la orden emitida el pasado mes de junio por el TPI para identificar las propiedades de Gadafi, Al Islam y Al Senussi en el extranjero, a quienes la Corte acusó durante este verano de cometer crímenes contra la Humanidad.
Anteriormente, estos bienes ya habían sido congelados por orden del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y de la Unión Europea con el propósito de evitar el expolio de la riqueza del pueblo libio y de garantizar el pago de las indemnizaciones a las víctimas del conflicto de cara a una posible condena del Tribunal.
Tras meses de enfrentamiento entre las fuerzas gubernamentales y los rebeldes, Gadafi murió el pasado 20 de octubre en Sirte, su ciudad natal, mientras trataba de huir del país. En cambio, Al Islam y Al Senussi, cuñado del ex líder libio, permanecen detenidos en Trípoli y Mauritania, respectivamente, a la espera de ser juzgados.
A pesar de que la muerte de Gadafi auguraba una nueva senda democrática en Libia, la inestabilidad, tanto política como en materia de seguridad, continúa reinando en el país, donde prosiguen los ataques entre fuerzas gubernamentales y partidarios del fallecido dictador.
Así, después de tres días de alto el fuego, la ciudad de Sabha, en el centro de la nación, volvió a convertirse en el centro de los enfrentamientos entre ambos bandos, que estallaron el pasado domingo por una disputa menor a cuenta de un coche. Desde entonces, cinco personas han perdido la vida y 31 resultaron heridas.
