La solicitud y registro de patentes cada vez se tienen más en cuenta para medir la productividad científica de las universidades, a las que la sociedad ha comenzado a reclamar no sólo creación y difusión de conocimiento, sino una mayor presencia en la actividad investigadora y económica de su tejido productivo. Todo ello se ha visto reflejado también en el impulso de parques científicos, empresas con germen universitario y en la solicitud de marcas.
En Castilla y León, en los últimos cinco años, la actividad investigadora de las cuatro universidades públicas -Valladolid, Salamanca, León y Burgos- se ha traducido en más de 200 patentes, la mayoría de carácter nacional y europeo, aunque muchas otras han tenido como destino Estados Unidos y países de Asia. Por lo que respecta a la temática, abarcan numerosos campos, aunque los más destacados son los referidos a ciencias de la salud y el medioambiente.
En concreto, en este tiempo la Universidad de Valladolid sumó 110 patentes e inscripciones en el Registro de la Propiedad Intelectual, de las que 15 han sido o están siendo explotadas. Lo cierto es que la cifra ha crecido año a año, hasta el punto de que si en 2008 sumaron 16, en los seis primeros meses de 2012 ya se eleva a 19.
Las cifras de los tres últimos años, con un incremento notable en las patentes españolas y de extensiones internacionales presentadas desde la Universidad de Valladolid, ha colocado a la institución académica, según los datos más recientes publicados de la Oficina Española de Patentes y Marcas, en las lista de los 50 mayores solicitantes (empresas, particulares o entidades públicas) en España, y en el puesto duodécimo entre las universidades españolas. «Datos relevantes teniendo en cuenta el tamaño de nuestra Universidad y el peso económico y de población de la Comunidad de Castilla y León respecto a la totalidad del país», explica José Luis Velasco, responsable de la Unidad de Patentes de la UVA.
«Aunque estos datos son evidentemente muy buenos, ahora nos planteamos un reto más ambicioso y difícil, ya que tan importante como proteger los resultados de la investigación es conseguir que lleguen a la sociedad. Para ello la universidad debe perseguir no solo el reconocimiento académico de tener una patente sino el poder transferir a las empresas y el entorno productivo estos resultados, con el objetivo de ponerlos en explotación», indicó.
En este sentido, la UVA ha comenzado el «camino difícil» de la licencia, de la explotación de patentes, que se ha concretado en 12 casos desde 2008. Así, entre las últimas, figura una de determinación de niveles de péptidos inmunogénicos del gluten y sus aplicaciones. Se encuadra en el campo de la salud y la alimentación, para el diagnóstico, seguimiento y/o tratamiento terapéutico de la enfermedad celiaca, así como para detección de gluten en alimentos.
También hay una aplicación informática de biometría aplicada a escenarios web móviles, así como un sistema de gestión automática de golpes en el golf, de Belén Carro. Permite controlar el número de veces que ha sido golpeada una bola de golf en cada hoyo, posicionamiento de cada bola, identificación del palo utilizado y, en general, gestión de cada partido de forma individual y centralizada, por medio de las tecnologías RFID y GPS.
De las solicitudes contabilizadas en 2012, nueve son patentes nacionales y seis de carácter internacional, que, por lo general, afectan a Europa y Estados Unidos. En la lista figura un soporte, a partir de titanio, para la regeneración, crecimiento y transplante de células y tejidos, que solicitó Manuel Ganoso en febrero. Otra de las patentes consiste en un secadero de biomasa de algas, cuyos autores son Luis Manuel Navas y Jorge Miñón.
En la lista también aparece una invención relacionada con sensores de calcio intracelular, codificados genéticamente y con métodos para la detección y variaciones de calcio intracelular en muestras, células o poblaciones celulares. Lo firma Teresa Alonso Alonso. Mientras, Daniel García y Adrián Gutiérrez hicieron la solicitud sobre un avisador inalámbrico en el hogar para personas con discapacidad auditiva, basado en tecnología ZigBee, similar al Bluetooth.
