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Mirar la mirada

por Redacción
1 de noviembre de 2012
José María Pérez de Cossío. Rostro. 2010. T. mixta y collage.  65 x 45 cms.

José María Pérez de Cossío. Rostro. 2010. T. mixta y collage. 65 x 45 cms.

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José María Pérez de Cossío expone en el Torreón de Lozoya, en Segovia, una nueva exposición integrada por más de 60 cuadros, realizados durante el último año y medio.

La disposición en las Salas de las Caballerizas da cuenta de la evolución de las obras a lo largo de estos meses, desde una pintura más matérica y gestual, que enlaza con el trabajo anterior del artista, a la compleja explotación del collage, en que prescinde de los rasgos fisionómicos reconocibles, para tomar el ojo, más aún la mirada, como elemento iconográfico poderosos y el rectángulo del cuadro mismo como territorio de encuentro. Las pinturas de Cossío mantienen siempre un fuerte diálogo con la materia, logrando una gran expresividad en las formas y las ideas. Hasta ahora la obra Pérez de Cossío estaba centrada primordialmente en formas circulares, la presencia del negro, que se percibía como elemento de silencio y misterio, una austera serenidad, y la libertad del trazo que aligeraba la materia pictórica que tanta importancia ha tenido en otras etapas de su creación.

En esta exposición Cossío se remonta a la memoria de las imágenes de la infancia, recién llegado a Segovia con tres años, y de la juventud, “por un lado las texturas, la materia, de los muros rugosos de la ciudad, y por otro esos carteles que se pegaban en distintos puntos, que se acumulaban unos sobre otros, se superponían, se perdían en parte, mientras otros trozos permanecían…, componiendo una imagen muy plástica”.

Pero ahora la pintura de Cossío se adentra en el reto de cuestionar la identidad misma del personaje que vamos creando a lo largo de la vida. El arte como debate identitario.

“Mirar la mirada”, nombre de esta exposición, reúne buena parte de la producción del último año y medio, dando continuidad a una sugerencia originada en la anterior exposición en estas mismas salas en 2004, aquellos rostros y aquellas miradas que presidían sus lienzos, alcanzan ahora su pleno desarrollo. En estos collages se combinan y se acumulan miradas pintadas y pegadas, ojos robados y rasgos fragmentarios, ganando expresividad y formulando preguntas intensas y silencios elocuentes. El collage es más que técnica y recurso, un modo de estar y ser en la cultura actual, superponiendo restos de imágenes procedentes de obras artísticas y de actualidad en periódicos, revistas o incluso de la imaginería publicitaria.

Cossío acumula miradas y metáforas, papeles y pigmentos, gestos y misterios. Guiños y traumas. El resultado es una sugerente colección de rostros poliédricos, apenas reconocibles, que atraen, en los que los fragmentos de retratos de artistas como Van Gogh, Rafael, Picasso o Cezanne se mezclan con fotografías anónimas, iconografías de los entornos más dispersos y textos caligráficos sin firmas. Mensajes rotos. Creaciones por identificar y asumir.

Ni química ni digital, inquieta analogía, Cossío aún mantiene la imagen óptica, sin ilusiones; directa, sin engaño; retadora, sin trampas. Y recordando a R. Arnheim, volvemos a repensar la cuestión de si el ojo suele decirnos la verdad, si representa la objetividad de la realidad inmediata.

Más que nunca la obra de Cossío es una amalgama de vivencias y de miedos, bullicios y soledades, materias y almas. Es una pintura repleta de herencias que van del surrealismo al expresionismo abstracto y de éste a la Neofiguración, de Kline a Motherwell, de Matisse a Tapies, de Picasso a Vostell. Collages y decollages. Intencionalidad privada e inconsciente colectivo, mito y rito, identidad y máscara. Violencia gestual propia del informalismo, tan nuestro, y pretensión de forma y construcción que en buena manera dulcifica le tensión y hace soportable el conflicto. La identidad es un collage de sumas y restas, de huellas y heridas (M. Faucault). Crear siempre es “collagear”, como diría D. Hockney.

Por eso la obra de Cossío alcanza una pretensión iniciática, incluso terapéutica. El valor catártico que de tantas formas adquirió siempre la pintura para dar sentido al mundo y confortabilidad a la experiencia íntima de cada cual. La obra de Cossío, como reto creativo, asume la “desestructuración psíquica” que a diario nos agobia y nos desquicia. En la mirada de los otros se proyecta la mirada propia, que a veces nos refuerza y otras nos anula. Solo en ese diálogo cómplice con el espectador activo reforzamos la autoestima mutua, más allá de miedos, de disfraces, de retóricas grandilocuentes.

La extensa e intensa galería de personajes, otros y nosotros, que nos ofrece Pérez de Cossío en esta inquietante exposición deviene arte y curación, creación y liberación, como quería Tapies, Pollock o Beuys, antes incluso Van Gogh o Nolde. El arte es rito exotérico y el artista, a veces a su pesar, permuta su habilidad técnica en poder chamánico. Así la creación es emoción e intuición, reto y transgresión, desbordamiento y liberación. Pleno Cossío, en quien el sentimiento y la expresión se aúnan, se hermanan en una obra creativa.

Modos de ver (J. Berger), de mirar, que nos llevan a la cuestión de los modos de ser. Pluralidad y diversidad, modos de ver del hombre y de la mujer.

Pintura en la que el código visual sobresale, no tanto porque se vea, cuanto porque es el ojo el tema y objeto primordial. “Los ojos en que te miras / son ojos porque te ven” (A. Machado, Proverbios y cantares, CLXI). Diálogo, que escucha mirando, mirándose. Así es arte especular, espejeador, que “busca en tu espejo al otro, al otro que va contigo”. Sin narcisismo, porque el rostro ya no se ve porque se ha permutado en espejo mismo. Cossio, retratista y pintor de abstracción lírica. Solo así se supera la soledad, tan necesaria para la creación y la introspección, pero a veces inhumana, traidora, cuchillo entre el yo y el nosotros. ¿Quién es el o la modelo en las obras de Cossío?

Cada ojo es un carbón aún encendido (Picasso).

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