Desde que en 1960 acabara con la vida de la niña Begoña Urroz hasta el anuncio de ayer, ETA tiene a sus espaldas 858 asesinatos. Así pues, por mucho que en los años 80 la banda se autodeautodefiniera como una organización socialista revolucionaria de liberación nacional y durante las últimas décadas haya tratado de presentarse como la campeona del independentismo, lo cierto es que se trata, simplemente, de una máquina de matar a la que no cabe atribuir excusa o pretexto político alguno.
De hecho, tras 11 engaños en forma de alto el fuego, solo cabe concluir que ETA en nada se distingue de una organización mafiosa cuyo modus vivendi es la violencia indiscriminada y que no solo ha asesinado a militares, guardias civiles y policías, sino también a políticos, jueces y centenares de civiles.
Buen ejemplo es el ataque contra la T-4 del aeropuerto de Barajas, cometido el 29 de diciembre de hace cuatro años y que significó la ruptura de facto de su penúltimo alto el fuego -que mantenía teóricamente desde el 24 de marzo de 2006-. Aquel día, la banda, que no mataba desde mayo de 2003, cuando un coche bomba acabó con la vida de dos policías nacionales en Sangüesa, se llevó por delante a dos inmigrantes, los ecuatorianos Carlos Alonso Palate y Diego Armando Estacio, que fueron sorprendidos por la explosión.
Antes, el 20 de diciembre de 1973, ETA, que actuaba por primera vez en Madrid, cometió el atentado más espectacular de su historia al segar la vida de almirante Luis Carrero Blanco. El año 1980 fue especialmente sangriento, con 98 asesinatos que suponían la cumbre de una escalada que duró hasta 1991, cuando las víctimas fueron 45. El 10 de julio de 1997 ETA asesinó al concejal del PP en Ermua Miguel Ángel Blanco, un crimen que marcó un punto de inflexión y que, a decir de muchos, obligó a la banda a declarar la tregua de 1998.
Desde entonces, las estadísticas del terror han ido en descenso, con tres años en blanco -1999, 2004 y 2005-, seguidos de una época muy dura para los asesinos, con sucesivas redadas que la han debilitado hasta el extremo de que la tregua anunciada ayer debe interpretarse como la demostración de que la banda necesita un respiro que le permita reorganizarse para seguir matando, tal como ha hecho otra decena de veces.

