Nadie se podría creer, a estas ‘alturas’ de mes, que las llamadas que se hacen ahora para protegerse del virus nacido en China son de ahora ¡qué va! Cierto que nadie conocía el/la COVID, pero sí la viruela, las paperas, los primos de ambas y otros familiares anexos. Las campañas para erradicar aquellos no eran lo mismo. Que no. Con la radio (morse) en mantillas, la tele ni en proyecto… lo único que funcionaba era el boca a boca, sin mascarilla, por lo que los contagios eran tan temidos como llevar ahora al lado el/la COVID y no estar vacunado. Total, que los periódicos ejercían de defensores del paciente, del enfermo o contagiado. Ejemplo:
El Defensor, 28 de abril de 1904, bajo el titular ¡Escandaloso! escribía: ‘Existiendo dos focos de infección de viruela en la ciudad, uno en la calle del Pozo y otro en la taberna del Puente de San Lorenzo y habiendo puesto, como medida de precaución para controlar el foco, una persona que actúa de vigilante en la puerta de ambas casas para impedir el paso a ellas, preguntamos ¿son estas las reglas que prescribe la higiene para impedir la propagación de la viruela? ¿Por qué no se cierra esa taberna? Tenga caridad, señor gobernador, y evítense escandalosos abusos. No suceda lo que en la Posada de la Rubia, donde merced al caciquismo imperante ha existido un foco grandísimo de infección con un muerto, y crea el señor gobernador que no solo se pone en duda la cultura de los habitantes de un pueblo donde así una epidemia se propaga, sino de las autoridades que les gobiernan’.
La referida taberna se cerró por orden gubernativa tres días después de lo comentado.
Cualquier tiempo pasado…
Por más que sea por un ratito. Pero olvídese de los virus y póngase cómodo para leer cómo se produjo el robo en la iglesia de San Esteban el día 17 del mes de abril de 1756. Sábado por más concretas señas. Fue el comentario ciudadano durante muchos días.
Los ladrones no iban ni descaminados ni desorientados. Entraron en el templo al amanecer y fueron directos al archivo, donde, seguramente debido al ‘olor’ que dejaba el rastro del dinero, consiguieron en minutos 80.000 reales —¡pasta gansa!—. La mayor parte del botín en oro. El tesoro era mayor, pero los ladrones —seguramente flojeras—, dejaron otras ‘divisas’ por no poder acaparar más.
Pese a que la policía de entonces (¿ahora también?) trabajaba con medios limitadísimos, en dos meses tenía en la cárcel a los cinco ladrones, porque cinco fueron. A uno de ellos, probablemente el cabecilla, le encontraron en su poder 75.000 reales. Faltaba mucho dinero y no consiguiendo saber donde había ido el resto. A todos los ‘mangantes’ les embargaron sus bienes. El cerebro de la operación fue ‘El Azulejos’, también apodado ‘El Cirujano’, vecino de la parroquia.
Puede que los rateros se hubieran ido de ‘rositas’ de no haber intercedido ante el Rey Carlos III, el abogado Tomás Miguel de Sabogal (1). Hubo rápida sentencia real condenatoria: presidio por diez años.
En el mismo sentido informativo, ya en los albores de 1904, el Director General de Correos concede la conducción diaria del correo Segovia-La Granja, en carruaje de cuatro ruedas y el Parte de la Real Familia, durante la estancia de ella en el Real Sitio de San Ildefonso, a Mariano San Frutos, al que la administración de Correos pagaba 1.600 pesetas/año.
Noticia de cierre. A las puertas de la Casa de Socorro, ubicada en La Alhóndiga, llega una pareja. La mujer sostiene a un hombre malherido. Los médicos le asisten. Puestas las vendas sobre las heridas, el galeno solicita información del suceso. La mujer relata: ‘estamos casados, hemos discutido, no me gustó su aptitud amorosa, le mordí en el labio y con un palo le golpeé’. Parte médico: ‘varón de 43 años, presenta cuatro heridas en la cabeza, una de dos centímetros y mordedura profunda en labio inferior’. Y cada palo…
Fecha, enero de 1904. Lugar de hechos: barrio de San Millán.
(1) Segoviano y parroquiano de San Esteban. Abogado de la Real Chancillería en 1733; confesor del infante D. Luis desde 1749. Arcediano de la catedral de Guadalajara; Caballero de la Real y Distinguida Orden de Carlos III; ministro del Real y Supremo Consejo de Castilla…
