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8 de marzo, 2023

por Marifé Santiago
8 de marzo de 2023
en Tribuna
MARIFE SANTIAGO
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Los lunes de San Nicolás

Puedes besar a la novia

Sin pagar, ni pedir perdón

…derecho humano a la igualdad de trato, derecho a la abolición de la ignominia y el miedo, derecho a levantar la mirada del suelo sin seguir el rastro impuesto, derecho a mirarse en un espejo, reconocerse, nombrarse, señalar el lugar donde estabas, aunque no encontrases tu rostro en los anales que llenan las estanterías de la historia. Porque estabas, porque antes de que tu rostro fuera ya tu rostro se propiciaba, para ti, sin que tú lo supieras, tu llegada, y se guardaba, para ti, el camino recibido. Tu camino.

8 de marzo: sonreír sin pedir permiso, estar allá donde se toman decisiones sin tener que pedir permiso para entrar, ser todo lo parecida que puedes a lo que tus sueños sin rabia te proponen y sin pedir permiso porque fuera las cosas y los sitios no sean tuyos. No olvides que al espacio de lo común no se nos deja entrar, sino que estamos en él porque es nuestro. Casa común, espacio público, con las consecuencias que ese convencimiento conlleva.

8 de marzo: la habitación propia se llama, en el afuera, espacio de lo común. El espacio de lo común se hace con la materia de la libertad. La libertad es una cáscara vacía si no es igualitaria, y, por lo tanto, si no ha desterrado el odio. La igualdad es un derecho humano, innegociable, el que sostiene el resto de los derechos humanos. No puede haber espacio de lo común si una estructura social impone un punto de vista castigando cualquier amago de criterio opuesto, si se mantiene la palabra ‘norma’ asociada a ‘normalidad’ y esa norma-normalidad es plana, sin matices, con trayectos en línea recta que inhabilitan la posibilidad. Si esa ‘normalidad’ es excluyente y hace sufrir. No hay sistemas sociales éticos que puedan considerarse tales si su ‘norma’ es la resignación, si se confunden las palabras hasta perdernos en ellas y no saber cómo enfrentarlas.

8 de marzo: tejer la libertad es proteger la intimidad. Proteger la intimidad es extender nuestras manos cívicas para que las mujeres que llegan a nuestro espacio de lo común huyendo de la violencia de la guerra común sientan que ese espacio es también suyo. La igualdad cuida porque acompaña; señala, en comunidad, privilegios traducidos en conductas insanas. Pero la igualdad es un ejercicio solidario que comparte el tiempo y sus manifestaciones: por eso acompaña, se da en compañía, nos hace compañeras.

8 de marzo. La calle es el plano de la casa común, se sale a decir y a recordar en voz alta. Las pancartas explicitan cuánto queda y cómo seguir para que no se quede nadie atrás con el consentimiento de la indiferencia.
Comunicar, comunicado: 8 de marzo que tendría que tener en cuenta los millones de rostros de niñas, adolescentes, jóvenes afganas que no podrán ir a la escuela, que se han quedado sin lugar, a las que se ha exiliado por decreto sin escapatoria. 8 de marzo que tendría que llenar las calles de mujeres ucranianas que llegan, ante nuestros ojos, aguardando que las escuelas españolas siembren tanta tristeza de esperanza para sus hijos e hijas —como ya están haciendo—, pero también de futuro para ellas, mujeres que han tenido que renunciar a su vida para que la vida de otros siga. 8 de marzo que tendría que llenar las calles del mundo de solidaridad con las mujeres que siguen siendo castigadas como culpables por serlo. 8 de marzo que ha de seguir diciendo que los derechos no son regalos, sino logros. Y que cada logro lo es para la humanidad entera. En el espacio de lo común, somos personas. Persona y democracia: ese sistema de relaciones en el que se puede y se debe serlo, ser persona.

8 de marzo que sigue temblando ante las cifras de desigualdad laboral, ante los datos de feminización de la pobreza, ante los datos de feminización de la violencia, ante los datos de feminización de la desesperanza, ante la ausencia de compromiso firme que diga que esto es un tema común, no un lema ni una circunstancia. Que la desigualdad existe incluso dentro de la igualdad legal, lo que da pie a todas las demás desigualdades incluso cuando parezca que las leyes amparan lo contrario. Y que de todo eso está hecho el 8 de marzo.

8 de marzo, revolución serena que no débil, acogedora que no condescendiente. Esa revolución en el espíritu que nos ha mostrado el valor del respeto, y la necesidad de escucha antes del juicio que llega del prejuicio. Bastaría con mirar a nuestro alrededor para hallar dónde están las razones y, por tanto, cómo afrontar los días donde parece que todo es retroceso, que todo es oportunismo. Como sociedad, 8 de marzo para seguir propiciando una actitud donde pedir ayuda y pedir disculpas y agradecer no sea una excepción, sino un modo de entender las relaciones.

8 de marzo donde las mujeres que dedicamos nuestra vida a tejer dignidad desde la educación, desde la cultura, seguiremos creando unión porque seguimos creyendo que estamos juntas. Porque queremos estar juntas. Con serenidad, característica que sostiene el 8 de marzo desde antes de que se imaginara que, un día, podríamos celebrarlo. Nos lo debemos, y se lo debemos a tantas que cerca o lejos ni siquiera pueden contárselo a nadie…
——
(*) Escritora, Filósofa.

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