El infierno comenzó en la tarde del 26 de abril de 1937. De forma totalmente inesperada, a las 16,30 horas, aparecieron en el cielo de la pequeña ciudad vizcaína de Guernica los primeros bombarderos alemanes para ejecutar una orden brutal: reducir a escombros esta localidad vasca y causar la mayor cantidad de muertos posible, incluyendo a mujeres y niños. El ataque nazi en medio de la Guerra Civil convirtió a este municipio hace 75 años en un símbolo mundial del horror militar, del sufrimiento indecible de la población civil en tiempos de contienda.
Picasso inmortalizó el espanto en su cuadro El Guernica, aunque algunos expertos sostienen que el genial pintor malagueño ya había iniciado esta obra, destinada a la Exposición Internacional de París de 1937, antes de la ofensiva, inspirándose en la película Adiós a las armas, basada en una novela de Ernest Hemingway.
Durante tres horas y media, los aviones de la Legión Cóndor, bajo el mando del teniente coronel Wolfram von Richthofen, bombardearon Guernica de forma sistemática. Más del 70 por ciento de los edificios quedó destruido, principalmente por el fuego causado por la gran cantidad de bombas incendiarias arrojadas sobre la localidad.
A día de hoy no se sabe a ciencia cierta cuántas víctimas dejó la masacre de Guernica, que contaba en ese momento con poco más de 6.000 habitantes, además de numerosos refugiados del conflicto bélico. Las estimaciones de los historiadores oscilan enormemente, desde 120 hasta más 2.000 muertos, aunque los cálculos más recientes ubican el número real más cerca de la primera cifra.
El número relativamente bajo de víctimas se explica, según los expertos, por el sistema de búnkers para la población civil que se había construido en la localidad tras el bombardeo de la cercana Ochandiano, el 22 de julio de 1936, el primero de la Guerra Civil, lanzado cuatro días después de su estallido.
¿Por qué?
Tampoco existe certeza total sobre el objetivo del ataque. Guernica, a 30 kilómetros de Bilbao, carecía de importancia estratégica militar. Al principio se especuló con que la operación iba dirigida a destruir una fábrica de armas y un puente, pero ninguno de ellos resultó alcanzado por las bombas.
Otra teoría parte de que las fuerzas nacionales comandadas por Franco querían romper la resistencia vasca destruyendo su lugar más sagrado, donde el centenario Árbol de Guernica simboliza la tradición nacionalista y democrática de Euskadi. Sin embargo, el monumental roble salió indemne.
Un fuerte indicio de lo que fue el motivo real de la destrucción de Guernica lo dio en 1946 el mariscal Hermann Göring cuando explicó, durante los juicios de Núremberg, que, con la intervención de bombarderos alemanes, pretendía poner a prueba su joven fuerza aérea y dar a sus hombres la oportunidad de adquirir experiencia.
Berlín tardó más de medio siglo en presentar sus disculpas. En 1997, el entonces presidente alemán, Roman Herzog, dirigió una carta a los supervivientes con motivo del 60 aniversario del bombardeo pidiendo públicamente perdón por este crimen de guerra. El régimen franquista, por su parte, esperó hasta la década de los 70 para reconocer oficialmente que la localidad fue destruida por fuerzas aliadas con los nacionales.
Hoy, ya casi nada recuerda el horror que vivió Guernica hace 75 años. Franco no tenía ningún interés en conservar las ruinas de la ciudad como un monumento antimilitarista. La localidad fue reconstruida y su población volvió a aumentar para alcanzar actualmente los 16.000 habitantes.
