Ayer se cumplieron los 55 años de un derribo que fue polémico, hecho que no será conocido por muchos de los amables lectores.
Se trataba de un centenario álamo negro que estaba situado en la calle de San Juan, justamente en el punto en el que de dicha vía salía la entonces llamada carretera de Santa Lucía, que llevaba al barrio de San Marcos. Esta antigua joya arbórea, según escribió en aquel momento en este diario quien era delegado provincial de Bellas Artes, Luis Felipe de Peñalosa, “figuraba en el inventario de ejemplares notables de los alrededores de Segovia, realizado por la Dirección General de Bellas Artes, con la aprobación del Excmo. Ayuntamiento.”
El árbol, del que se conservan algunas ya históricas fotografías, llevaba un tiempo siendo objeto de opiniones contradictorias, porque se encontraba, como antes decía, en un punto clave de la calle de San Juan en la que se habían iniciado, por la Dirección General de Obras Públicas, los trabajos precisos para ensanchar la vía con el muro que hoy la separara de la antes citada carretera, ahora denominada Paseo de Santo Domingo de Guzmán.
Durante tiempo antes, se había divulgado comentarios sobre la posibilidad del derribo; hubo contactos con Obras Públicas para ver si había alguna solución viable para mantener el árbol, que se situaba justamente en la acera. Pero lo cierto es que no hubo tiempo de esperar a alguna decisión concreta, pues cuando las obras del nuevo muro llegaron casi a la altura del árbol, se comprobó que era necesario su derribo, porque también se obstruía la circulación rodada que era ya de doble dirección por la calle de San Juan.
Pero he aquí que la sorpresa surgió en la madrugada del 7 de marzo de 1967, cuando un grupo de unos cuarenta hombres, entre los que se informó que había algunos concejales, se presentó en el lugar sobre las cinco y de inmediato empezaron a utilizar una moto-sierra para desprender primero las ramas, “y acto seguido, tras un momento de duda sobre si continuar adelante o dejarle en tal situación” (informaba este diario), se reanudó la tarea “y la moto-sierra entró en la parte inferior del tronco, hasta que fue derribado sobre la carretera de Santa Lucía. En el grupo ejecutor había especialistas en arbolado e incluso técnicos en líneas telefónicas y de electricidad encargados de vigilar los cables de ambos servicios; asimismo vigilantes nocturnos y otros agentes”.
Cuando las primeras noticias del derribo se empezaron a difundir en la ciudad, fueron muchos los vecinos que acudieron al lugar para “recordar” al viejo árbol. Como es natural, hubo las más diversas opiniones, que continuaron en días sucesivos. Aunque los visitantes observaron enseguida principio que el suceso no había perjudicado las vistas del Acueducto, sino todo lo contrario, porque desde la curva de la calle de San Juan, la contemplación de nuestro gran monumento se presentaba en una gran panorámica.
Ni que decir tiene que el suceso originó una serie de reacciones de ciudadanos que enviaron sus opiniones a este diario.
No pasará el hecho a la Historia de Segovia, porque todo se va olvidando, pero lo cierto es que en aquel momento constituyó “un bombazo” para sorpresa de todos, independientemente de que cada cual, después, tuviera sus propias opiniones.
