Banquillo

Si usted que lee estas líneas y es aficionado a los deportes de equipo, puede que haya dicho, escuchado, hablado… sobre el popularísimo ‘banquillo’ y que no haya querido ir más lejos. Ese objeto mueble reúne en su entorno toda una serie de controversias. Entrenador, asistencias, jugadores… Que si bien en determinados casos –equipos de superior categoría-, no se parece en nada al banquillo de antaño, pues ahora se sientan en comodísimas butacas, aún se pueden ver los banquillos en categorías inferiores, aquellos que no tenían respaldo y de asiento, tablas, modelo ‘tiras’, que dejaban su marca en el culo y eran tan incómodos, cuando menos, como un grano en salva sea la parte.
¿Qué define la Real Academia de la Lengua (RAE) sobre la palabra objeto de esta columna? ‘Asiento en que se coloca el procesado ante el tribunal’
(La descarté, pues esta columna no iba por ese camino)
‘Lugar de espera de los jugadores reservas y entrenadores, fuera del juego’, y ‘calentar, o chupar, banquillo’.
Si es un jugador al que hace referencia eso es: ‘permanecer mucho tiempo en él como suplente sin jugar’.
¿Y si nos referimos a ‘mover el banquillo’? Se trata, según define la docta Academia, de ‘sustituir a unos jugadores por otros en el curso de una competición deportiva’.
¿Se pasa mal en ese lugar? pregunté en cierta ocasión a un jugador de balonmano: “Es lo peor que te puede pasar”, me contestó. “Entrenas como los demás, cumples lo que El entrenador te pide, esperas la convocatoria con ansiedad y a mí, cuando menos, al no verme entre los que juegan me entra en un ‘bajón’ que se convierte en desánimo. Que no desaparece-incluso se incrementa-, si cuando faltan cinco minutos para acabar tienes que salir a la cancha. No es lo mismo ser titular que suplente, por mucho que intentes mentalizarte’.
Consecuencia, no parece que banquillo y deportista se tengan cariño.