LUGAR: Sala Municipal de Exposiciones Casa de la Alhóndiga.
Plaza de la Alhóndiga, 1
HORARIO: De miércoles a viernes: de 17’30 a 20’30 hs.
Sábados, domingos y festivos: de 12:00 a 14:00 hs y de 17:30 a 20:30 hs. Del 14 al 31 de enero de 2016
A propósito de la III Bienal de acuarela, recordemos algunas de las ideas que en otras ocasiones ya hemos compartido con los lectores y visitantes de anteriores Bienales.
Afortunadamente se han superado algunos prejuicios sobre la acuarela, no solo entre el público en general sino en los grandes concursos de pintura de este país, como el Salón de Otoño de la AEPE (Asociación Española de Pintores y Escultores) o el renombrado Concurso BMW de Pintura, en los que con frecuencia algunas acuarelas han obtenido premios y menciones. Así descubrimos en ella una atractiva y variada significación, que nos provoca un sinfín de preguntas sobre el por qué nos interesa, nos atrae y nos emociona tanto. De esta forma descubrimos cómo es posible que la acuarela concite tanto y tan apasionado seguimiento en personas tan diferentes, siendo un procedimiento tan exigente y riguroso.
La acuarela es a la vez obra, técnica y material mismo, conformado de tierras finas, como pigmentos, goma arábiga, agalla, miel y azúcar candi… de ahí que sea el arte más paradójico, pobre y rico, expresivo y callado, colorista y translúcido. Apenas se mancha el papel y ya se condiciona todo el proceso creativo, apenas materializa nuestra impronta y ya da vida a tantas sugerencias. Arte fuerte y liviano, sensible y complejo, insistente y ágil. Abstracto (José Antonio Marticorena y Justo San Felices) y concreto (José Zorita y Javier Zorrilla). Cotidiano en pobreza de recurso, un poco de color en agua, y excelente en sus resultados casi imprevistos.
Como tantas técnicas y recursos, también la acuarela exige cada día nuevos «modos de ver», continuando el reto que nos lanza John Berger. Y como pocos procedimientos artísticos basa su atractivo no tanto en ver algo nuevo, cuanto en ver de modo nuevo lo viejo, lo cercano, lo inmediato, suscitando nuevas miradas y por tanto, nuevas vivencias y emociones. Tenemos una amplia experiencia en Segovia con la acuarela, muchas veces hemos reivindicado esta nueva percepción, esta nueva mirada de y en Segovia que nos proponen los componentes del Grupo Aqua, entre otros muchos, todos tan necesarios entre nosotros. Valoramos su seguimiento en la exitosa y generosa dedicación a la Escuela Municipal de Pintura.
Los «valores plásticos» que presiden la acuarela se relacionan con ciertos rasgos dominantes de nuestra cultura: inestabilidad, fluidez, transparencia, evanescencia, liquidez, espontaneidad, inmediatez….Y para nuestra sorpresa descubrir que en la acuarela prima la dimensión temporal sobre la espacial. Hablamos de un tiempo no histórico, menos cronológico, sino emocional, de un tiempo privado, incluso íntimo, que refleja ese tránsito vital que nos refleja e inquieta (Aurora Charlo). Hablamos del tiempo de la memoria, que sólo se recupera y se conforma desde el silencio compartido (Frutos Casado de Lucas). La acuarela es por ello documento subjetivo más que objetivo del empeño creador. Siempre nos llamó la atención esa peculiar complicidad entre los fotógrafos y los acuarelistas desde antaño, como también entre los acuarelistas y científicos naturalistas.
Como en pocas otras actividades artísticas hay un cierto sentido grupal, a veces académico, otras cuasi gremial, siempre colectivo y festivo. Sólo así podemos entender la práctica de los acuarelistas de pintar conjuntamente en Certámenes, Concursos y especialmente al aire libre sea en paisajes urbanos (Julio Gómez Mena) o naturales (Blanca Besabe). Es un buen ejemplo de que la acuarela es una práctica artística y social, más aún, solidaria, gozosa y lúdica. La acuarela es más que una práctica pictórica.
Así la acuarela encarna aquella vivencia frágil y primaria, de la que surge sin duda su belleza, conformando un universo transparente y evanescente, transitorio e inestable, pero en suma creíble (Camilo Huéscar). Como pocas manifestaciones la acuarela representa lo efímero de la cultura actual (G. Lipovetsky), y en ello encontramos un asidero de continuidad y de resistencia. De identidad peculiar (Ana Muñoz).
La acuarela es la expresión contenida de nuestras emociones diluidas, conflicto exitoso de la luz y de la memoria (Piedad Santa María). Integra así la acuarela uno de los procesos más fecundos del arte contemporáneo, la desmaterilización de la expresión artística que ya iniciaron los realistas, continuaron los impresionistas y culminaron los conceptualistas y minimalistas. En ese destino encontramos, tal vez sin saberlo, uno de los anclajes de la permanente atracción de la acuarela.
En un mundo de alta densidad retórica, donde la imaginería absorbe lo real y semiocratiza (R. Barthes) nuestra experiencia colectiva, la acuarela se empeña en mantener una poética directa, humilde, incluso, sostenible. Agua y pigmentos, sin más. Con A. Machado nos atrevemos a decir que la acuarela viene a suponer una inocente experimentación del «color en el tiempo».
