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1916; La Forestal Espinariega

por El Adelantado de Segovia y Luis López
20 de mayo de 2023
en Tribuna
LUIS LOPEZ EL ESPINAR ok
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La actual programación televisiva no me interesa y, seguramente por eso, ando releyendo libros y viendo series antiguas a las que, hasta ahora, no había prestado demasiada atención. Lo último, la serie Los gozos y las sombras inspirada en la obra de Torrente Ballester; un clásico editorial de 1960 y televisivo de 1982. No me atrevería a trasladar a esta tribuna una cuestión tan prosaica si no fuera porque un pasaje de esta novela me trae a la memoria el latido de una intrahistoria serrana. En concreto, el fragmento literario evocador es la pretensión de los pescadores de Pueblanueva del Conde por sindicar, allá en pleno apogeo republicano, los barcos pesqueros del pueblo como una forma de intentar esquivar el hambre y la miseria haciéndose partícipes de la pesquería de su aldehuela y del beneficio empresarial que su explotación generase. Y sin ser exactamente igual, tal vez no esté tan lejos si cambio el mar por los pinares.

El 22 de noviembre de 1915, apenas estrenado el título de ‘Muy Ilustre Villa’, un importante grupo de vecinos de El Espinar constituyó una sociedad anónima mercantil para la explotación de maderas, denominada La Forestal Espinariega. Aunque no todos los socios tenían un participación similar, sus estatutos velaban por la equidad haciendo copartícipes a todos los que, sin haber concurrido a constitución de la empresa y siendo vecinos de El Espinar, quisieran “pertenecer a la sociedad relacionando el número de acciones que deseen tomar…”. Había tres grupos de accionistas: los que ostentaban más de cincuenta títulos; los que poseían entre diez y cincuenta y aquellos que tenían menos de diez acciones. Y todo a razón de veinticinco pesetas por acción para un total de 5.600 títulos; la suscripción fue un éxito e incluyó a veintidós mujeres, en algún caso viudas de la villa. Por ser una lista demasiado amplia, no puedo ser exhaustivo en cuanto a los nombres de los socios, pero sí que diré que el cargo de administrador y secretario recayó en Eloy Higuera Ordóñez y el de presidente del Consejo de Administración en Juan de la Fuente Aceña.

Otros apellidos vinculados a La Forestal Espinariega S.A. sin lógicamente ánimo de exhaustividad, fueron: Geromini, Rodríguez-Arce, Maricalva, Mateos, Llorente, Matute, Martín, Bartolomé, Romano, Gila, Postiguillo, Barreno, Vázquez, Yagüe… en fin, así hasta doscientos cuarenta y seis vecinos a los que se podría atribuir la representación de una familia. Y era un número importante de personas si tenemos en cuenta que en 1915 la población de derecho del municipio rondaba los 2.900 vecinos. El objeto de la mercantil, a decir de sus estatutos, era la explotación de los productos forestales de Aguas Vertientes y del resto de montes radicados dentro o fuera del municipio. A decir de Rodríguez Arce, sólo en El Espinar había ocho montes con más de 5.100 hectáreas explotables. El acta se protocolizó ante el notario de Madrid, don Tomás Martín Lunas con fecha seis de diciembre de 1915, con un capital social desembolsado de… ¡140.000 pesetas! Una barbaridad para la época a tenor del dato que nos trae Juan Andrés Saiz Garrido en Los gabarreros de El Espinar; el presupuesto municipal de ese mismo año era de 130.000 pesetas. Y así fue el proceso formal de La Forestal Espinariega S.A, aquella aventura empresarial, comunitaria y espinariega, ligada a la explotación del monte que pretendía, en palabras de su administrador: “Dar la batalla a la precaria situación de muchas familias de esta villa”. No lo sé, pero tengo para mí que también se pretendía convertir a algunos matuteros en empresarios madereros evitando la esquilmación.

En su constitución había prisa. La guerra en Europa estaba en su apogeo y el negocio prometía. Así, el Ayuntamiento de El Espinar adjudicó a la empresa aprovechamientos de montes en cuyo canon incluía, entre otras cuestiones, el arreglo y reparación de las casas forestales, aunque su objetivo era conseguir la adjudicación de los productos forestales de la Dehesa de la Garganta, la joya maderable del sitial espinariego. En 1916, su primer año, La Forestal Espinariega tuvo un escueto beneficio de tres mil pesetas.

Parece que su recorrido, aunque bien intencionado, apenas duró el decenio de una concesión de monte. Lamentablemente, los gozos de las ideas se convirtieron en la negación de las sombras —tal vez auspiciadas por otros intereses— de modo que aquella aventura empresarial acabó languideciendo de forma similar a como Torrente Ballester imaginó el desenlace de la flota pesquera de Pueblanueva del Conde en Los gozos y las sombras. También daría para una novela.

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