El tiempo corre inexorable porque me parece que fue ayer cuando recordábamos los 125 años del Villancico de San Frutos y resulta que este año conmemoramos los 150, número redondo. Efectivamente lo compuso y estrenó en el año 1874 Antonio Hidalgo, que era entonces organista de nuestra catedral y anteriormente había sido maestro de capilla de Oviedo.
Hay que saber también que Antonio Hidalgo desde la temprana edad de sus diez años fue niño de coro de nuestra catedral y debió seguir de cantor mucho tiempo incluso de mayor. En esos años seguramente que él cantó otro Villancico a San Frutos, precisamente con la misma letra, que había compuesto el maestro de capilla Pedro Antonio Compta en 1793 “para la traslación de sus santas reliquias y colocación de ellas en el nuevo altar”, como reza en la propia partitura que guardamos en nuestro Archivo capitular. Está compuesto para cuatro voces mixtas, dos violines, dos oboes, dos trompas y acompañamiento, y es de suponer que lo cantarían cada año.
¿Por qué se le ocurrió a Hidalgo componer otro sobre el mismo texto? No sabemos, pero tuvo éxito y son ya 150 años los que lleva resonando junto a las santas reliquias de San Frutos. Se puede decir que cada vez ha ido tomando más solera, como los buenos vinos. Y es cada vez más creciente el entusiasmo de los segovianos por este Villancico: todos por escucharlo y muchísimos por interpretarlo. Personalmente me satisface que se haya ido cumpliendo mi deseo desde que lo dirigí por primera vez hace 36 años y que he venido repitiendo siempre: que el Villancico tiene que ser lo más posible obra del pueblo segoviano, ya que no se trata de un “concierto” sino de una “plegaria” de alabanza a San Frutos. También he repetido constantemente que la misma palabra “villancico” nos recuerda que debe ser obra del “pueblo llano”, del “villano”, en su más noble y originaria acepción.
Por eso quise que lo cantara el pueblo, rompiendo cualquier diferencia entre personas. Lo que sucede es que, al mismo tiempo, es un villancico “culto” para solistas, coro y orquesta, y esto supone que se necesita un pueblo llano con unas mínimas condiciones de saber y poder cantar… y que hay que ensayarlo bien para interpretarlo dignamente. Es muy de agradecer la colaboración de muchos coralistas, precisamente no profesionales, de las diversas corales de Segovia, que son pueblo llano pero saben hacer bien su oficio, ayudando a todos los demás… más espontáneos, aunque que ya están dejando de serlo por los muchos años que lo vienen ensayando. Ahora me causa una inmensa alegría contemplar dirigiendo el Villancico a músicos consagrados y maestros, que cuando eran jovencísimos estudiantes de diversos instrumentos, tocaban por primera vez en la orquesta de San Frutos bajo mi batuta. La continuidad está asegurada.
Estoy convencido de que este amable Villancico perdurará por los siglos venideros. La devoción al Santo y el entusiasmo popular lo mantendrá vivo y cuantos más años… con más solera. Una garantía importante es también la orquesta “milagro del Santo”, que de la noche a la mañana lo borda. Naturalmente son maestros segovianos que vibran también por su Patrón y son el mejor aval para que su interpretación esté asegurada y además llevan ensayados a sus propios alumnos.
150 años son como una buena fruta madura del cariño de los segovianos hacia San Frutos, insigne paisano nuestro que supo dejarlo todo para estar más cerca de Dios en la oración, el silencio y la austeridad. No estaría de más que le imitáramos un poco en medio de tanto ruido y consumismo. No sé si habrá que hacer este año algo especial por esta efemérides… Eso lo intuye y lo resuelve el pueblo segoviano. Por mi parte os invito a que cada 25 de octubre cantemos con todo entusiasmo al «Siervo bueno y fiel».
Alfonso Mª Frechel – Canónigo prefecto de música emérito.