Cada vez son más los españoles y segovianos que deciden hacer las maletas y cruzar el mundo en busca de trabajo, una beca de estudios o simplemente vivir la experiencia de convivir con una cultura totalmente diferente. Esta es la historia de Mikel Selles, un vecino de La Estación de El Espinar que hace pocos días cumplía 30 años. Mikel lleva casi 100 días de confinamiento entre los días que pasó aislado en su casa Shenzhen y los que lleva ahora España.
«Vivía en China desde hace dos años. En enero me fui de vacaciones a Australia y cuando volví había estallado todo. Al principio la información que teníamos era muy poca. Solo sabíamos que teníamos que quedarnos en casa y si salíamos tenia que ser con mascarilla. Coincidió con las vacaciones por el Año Nuevo y gran parte de la población se encontraba de vacaciones», recuerda.
Mikel se marchó a China para terminar su carrera universitaria y, además, trabajaba dando clases de español mientras aprendía el idioma local. «Estaba allí con una beca de estudios, terminando el último año de la universidad y al ver que me gustaba mucho el país decidí extender el visado y empecé a trabajar como profesor de español, mientras yo también aprendía el idioma».
Cuando regresó de sus vacaciones todo había cambiado. «Al principio el día a día era bastante complicado. Yo me fui de allí en enero por las vacaciones y allí no se sabia nada de esto. Hacia buen tiempo, todo estaba abierto y no había ninguna restricción. Sin embargo, cuando volví, el panorama era totalmente diferente. Los controles eran muy exhaustivos y era obligatorio llevar mascarillas. Amigos que habían vuelto antes nos dijeron que las mascarillas estaban totalmente agotadas por lo que las compré en Australia. Estaba cerrado absolutamente todo, como ha pasado en España, y empezó el trabajo online. De hecho los primeros 15 días allí nadie trabajaba porque no se sabía exactamente lo que podía pasar y el Gobierno decidió extender las vacaciones hasta el 11 de febrero».
Mikel lleva en cuarentena desde el 30 de enero y en estos casi tres meses son muchas las diferencias que ha encontrado entre las medidas adoptadas por el Gobierno de China y el de España. «La diferencia más importante respecto a China son los exhaustivos controles que había por todas partes. Salías del edificio de tu casa y había un control. Ibas al supermercado y había una persona que te media la temperatura. Además, tenías que registrarte en una base de datos, decir dónde vivías, introducir la temperatura de los controles… Todo estaba muy controlado», explica.
«Los chinos por su carácter y su cultura tienden a respetar más las cosas y la población estaba muy concienciada de que no se podía salir de casa. Allí tienen mucho miedo a estas cosas desde que en 2003 vivieron el SARS. Conozco gente que ha estado hasta tres meses sin pisar la calle. Allí la compra se hacia desde casa y no se salía absolutamente para nada. La mayor diferencia entre un país y otro ha sido la velocidad con la que los Gobiernos han tomado decisiones. Allí desde el primer momento se cerró. Es cierto que ahora España ha copiado muchas cosas pero el tiempo de reacción no ha sido el mismo», apunta Selles.
En su opinión China ha gestionado la crisis mejor que España. «El Gobierno chino lo ha hecho mucho mejor, aunque allí se ocultan muchas cosas, en España han actuado tarde. Yo volví de China a España cuando allí ya había saltado todo y en un vuelo de 14 horas estaba aquí. No me realizaron ningún control a la llegada ni me obligaron a estar en cuarentena, cosa que hice de manera voluntaria. España al principio no le dio importancia y tomó las decisiones muy tarde», critica.
La ciudad donde residía Mikel en China, Shenzhen, se encontraba a poco más de 1.000 kilómetros de Wuhan donde se originó la pandemia. Selles reconoce que en algunos momentos sintió miedo pero que gracias a la precaución consiguió esquivarlo. «Cuando llegó el virus, el foco se encontraba en Wuhan pero la realidad es que ya se había extendido por todo el país. La cuestión fue que mucha gente ya estaba infectada muchos antes de que se detectara. El virus comenzó en diciembre y la gente que se fue de vacaciones ya lo tenia. Shenzhen, la ciudad donde yo vivía, es una de las entradas más importantes del país por el puerto marítimo. Una de las medidas que allí se tomaron fue la creación de una aplicación para los móviles en la que tenías que meter tus datos e informar de si estaban infectado o no. De esta manera el Gobierno podía saber dónde había más contagiados y dónde te encontrabas en todo momento gracias al GPS. Era una forma de controlar a la población», comenta.
«La verdad es que he tenido suerte. El momento más complicado fue la vuelta de Shenzhen a Madrid ya que allí estuve un mes en cuarentena y no tuve contacto con nadie, pero el avión de vuelta iba lleno y no sabes si el que va a tu lado lo tiene. Fueron 14 horas que se me hicieron eternas y sí que pase un poco de miedo. Resaltaría la responsabilidad y el carácter de los chinos a la hora de afrontar estas cosas. Evidentemente el Gobierno de allí es mucho más duro pero no ha tenido que estar detrás de la población para que se respetara el confinamiento. Espero que todos tomemos conciencia y respetemos las indicaciones pues es la única manera de vencer al virus», concluye Mikel.
