El milagro de un olmo viejo y ojos cavados en piedra dura

El recuerdo a Antonio Machado centró los actos celebrados en su Casa-Museo de Segovia y en el Jardín de los Poetas

Con el poema ‘Retrato’ — “Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, y un huerto claro donde madura el limonero; mi juventud, veinte años en tierras de Castilla; mi historia, algunos casos que recordar no quiero…”— comenzaba ayer poco antes de la una de la tarde la lectura del libro de Antonio Machado ‘Campos de Castilla’ (la primera edición es de 1912) en su Casa-Museo de Segovia, la que fue pensión de doña Luisa Torrego en la calle Desamparados, donde el poeta residió durante más de una década (de noviembre de 1919 a octubre de 1931 fue catedrático de Francés del instituto de Segovia).

En ese momento, en la acera de enfrente, en el número 18 de esa misma calle, una octogenaria que bien podría haber conocido a Machado, tendía la ropa al sol, mientras una cigüeña paseaba por un cielo encapotado que más tarde dejó algo de lluvia en la ciudad.

Comenzaron la lectura ininterrumpida de poemas de Machado Pilar y Milagros pero antes el artista y vitralista Carlos Muñoz de Pablos, académico de San Quirce y conservador de la Casa-Museo, hizo una breve pero sentida introducción, junto al busto del poeta que se conserva en el jardín de entrada, recordando la relación de éste con el escultor Emiliano Barral, autor de la escultura.

Además de dar la bienvenida a los asistentes —la Casa-Museo celebró una jornada de puertas abiertas con motivo del Día del Libro—, Muñoz de Pablos evocó la conjunción entre poesía, como parte inmaterial en forma de palabra, y la piedra, el rostro de Machado salido del cincel de Barral, un rostro donde puede leerse “lo terrible de esos años”, que ambos artistas vivieron, según el académico. Entonces leyó el poeta que el escritor, en agradecimiento, dedicó al Barral por esa obra escultórica: “… dos ojos de un ver lejano / que yo quisiera tener /como están en tu escultura: / cavados en piedra dura, / piedra, para no ver”.

Poco después la alcaldesa de Segovia, Clara Luquero, leía en el mismo jardín el poema ‘A un olmo seco’: “Al olmo viejo, hendido por el rayo / y en su mitad podrido, / con las lluvias de abril y el sol de mayo / algunas hojas verdes le han salido… Mi corazón espera / también, hacia la luz y hacia la vida, / otro milagro de la primavera”.

La elección no fue casual, ya que después la propia alcaldesa, Muñoz de Pablos y otros integrantes de la Academia de Historia y Arte de San Quirce, así como el portavoz municipal del PP, Jesús Postigo y la concejala de Medio Ambiente, Paloma Maroto, plantaban un retoño de ese viejo olmo soriano en el Jardín de los Poetas, junto a la muralla. Este ‘milagro de la primavera’ ha sido posible gracias a la intercesión del poeta Alberto Infante y la generosidad de otro escritor, Adolfo Sastre, que en su jardín de Getafe tiene un olmo de más de diez metros de altura, retoño a su vez de ese viejo árbol protagonista de los versos. El de Segovia es un esqueje de éste último. En el lugar se colocó una placa para recordar esta bonita historia.

De otra ciudad machadiana, la andaluza Baeza, trajo un segoviano, Rafael, ramas de olivo (del instituto en el que enseñó Machado antes de ser destinado a Segovia) y quiso depositarlas ayer junto al impresionante busto que Emiliano Barral hizo a don Antonio.